por Roberto Guillén
La piel de la ciudad se reviste permanentemente con signos mutantes, letreros, graffitis y propaganda que al final van generando lenta pero inexorablemente el repertorio visual con el que convivimos. Tras cada historia, manchón o caricatura plasmada en diferentes lienzos existe un artista que por el tiempo y la necesidad ha ido modificando la técnica, el color y la composición según el gusto.
En Nicaragua este arte existe hace cinco décadas, surgió con la llegada de muchos inmigrantes y la necesidad de expresar, donde las tensiones y conflictos generados por el mundo moderno se manifiestan y se tratan de resolver.
Paredes, buses y cárceles son algunos de los lugares donde el individuo se pronuncia por la falta de mecanismos de comunicación han generado que los estudiantes plasmen sus pensamientos en las bancas. Universidades públicas y privadas son sitios donde el lapicero, el corrector y el marcador sirven de pincel para el mal pintor, arma para el destructor y simplemente expresión para el que guarda silencio.
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